Por muy fuerte que se agiten las olas o que sople el viento, las haenyeo o mujeres del mar, no dudan en bucear por las aguas gélidas que rodean a la isla coreana de Jeju para recolectar abulones, algas o erizos marinos. Pueden desplazarse a profundidades de 10 metros sin un equipo de respiración e incluso estando embarazadas. Lo que parece un dominio casi sobrenatural del océano no es solo fruto de un entrenamiento que comienza a los 10 años. Parte de sus habilidades están escritas en sus genes, sugiere un nuevo estudio de la revista Cell que desentraña el halo de misterio que existe frente a estas mujeres octogenarias que se sumergen con un cuchillo en mano y ataviadas solo con gafas de buceo y aletas.
La genetista de la Universidad de Utah, Melissa Ilardo junto a sus colegas de EE UU, Dinamarca y Corea compararon los rasgos de 30 buceadoras con los de 30 personas “no haenyeo” de la isla volcánica, así como con los de 31 personas residentes de Corea continental. Los investigadores compararon la frecuencia cardíaca y la presión arterial de los participantes en reposo y durante inmersiones simuladas, en las que debían contener la respiración mientras sumergían el rostro en recipientes con agua fría.
El análisis publicado el viernes no solo indica que los habitantes de Jeju comparten un linaje ancestral, también se descubrieron dos rasgos peculiares en las nadadoras. Su ritmo cardíaco se ralentiza significativamente durante el buceo, una respuesta que se ha observado en nadadores profesionales de apnea. Y detrás de esa capacidad, los científicos sospechan, se encuentra una clave genética aún por explorar del todo.

“Encontramos una adaptación evolutiva que parece reducir la presión arterial diastólica [cuando el corazón está en reposo entre latidos]. Creemos que afecta de alguna manera sus vasos sanguíneos, haciéndolos más seguros para nadar y aguantar la respiración incluso en el embarazo”, explica Ilardo a EL PAÍS. Esta variante se encontró en el 33% de los participantes de la isla volcánica, pero solo en el 7% de los participantes de Corea del Sur.
Durante las inmersiones simuladas, todos los participantes mostraron una disminución de su frecuencia cardíaca, pero en las haenyeo disminuyó 18,8 latidos por minuto (lpm) en promedio, en comparación con una disminución de 12,6 lpm en las personas de Jeju que no buceaban. “Este gen influye en la inflamación vascular, es decir, en cómo responden los vasos sanguíneos a los cambios en la presión arterial, y creemos que de ahí proviene el efecto protector”, agrega la autora principal del estudio, una característica que probablemente se deba al entrenamiento de las buceadoras.

Las haenyeo no solo desafían a su propio cuerpo con la presión y el esfuerzo físico del buceo, sino que también se enfrentan a temperaturas gélidas, especialmente durante los largos y fríos inviernos de la isla, que se extienden desde diciembre hasta mediados de marzo. A pesar de ello, estas buceadoras muestran una sorprendente tolerancia a las bajas temperaturas.
¿Qué las hace tan resistentes? Los autores del estudio sugieren que este fenómeno podría explicarse por la presencia de un gen que las hace menos vulnerables a la hipotermia, lo que les permite soportar las extremas condiciones bajo el agua sin sufrir los efectos adversos típicos del frío.
Fuente: El País